En un día muy caluroso de verano, Annemarie y Ellen se encontraron en unos jardines de Suecia para contarse como habían transcurrido sus vidas desde los trágicos acontecimientos que sucedieron en el pasado.
Ellen le explicó a su amiga, que se había casado con un príncipe sueco llamado David y que tenían sirvientes que eran ángeles y tenían tantas riquezas que no podían saber cuál era su valor real.
Por otra parte, Annemarie, le explicó que le habían ofrecido un trabajo de mensajera del Dios judío y que era muy poderosa y fuerte.
Las dos estaban muy felices y se fueron a cenar con un carruaje de oro, tirado por caballos que volaban al palacio que tenia Annemarie, situado en el cielo. A partir de ese día, se encontraron cada viernes durante el resto de sus vidas en el palacio, para recordar el pasado y fueron muy felices para siempre.
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