Trabajos sucios
Sollozaba el viento entre los pinos, la sombra de mi presa
asomaba entre sus ramas, fácil, un objetivo, buscar, apuntar y disparar, ya
está, uno menos. Mi trabajo es sencillo, enterarme y recoger información sobre
los criminales del momento, perseguirlos, y para completar la faena, eliminarlos,
el mejor caza-recompensas del momento.
No se me escapa una, pero, llevar tantos años haciendo la misma sucia tarea conlleva una gran carga moral, y… Me he dado cuenta de que yo mismo me he convertido en uno de ellos, eliminar a sangre fría, no hay más, sin pensarlo dos veces.
Sentir el tacto del frío hierro de un gatillo manchado de sangre, el sonido del plomo abriéndose paso en el pecho de un hombre, sus gritos ahogados rogando piedad… Ahora me alimento de eso, ya no me importa el dinero, no soy más que un sucio asesino cualquiera. Lo que al principio me resultaba tan difícil, se ha convertido en rutina… Aún recuerdo mi primera vez…
Mi presa era Antonio González, un asesino en serie, ofrecían nada más y nada menos que 1, 234,693.74 pesos, no me vendría nada mal ese dinero… Monté mi fiel caballo, mi compañero en mil travesías, para dar caza a ese bellaco, no sabía muy bien a donde iba, simplemente, confiaba en tener un golpe de suerte y dar con alguna pista sobre su paradero, y, aunque parezca increíble, así fue.
La noche cayó sobre la hierba, desmonté mi montura, pues ambos estábamos agotados, decidí encender un fuego y dormir, mañana ya continuaría mi aventura. Necesitaba leña, leña y ramas secas, así que, me levanté y fui a explorar un rato. Oí algo de cháchara unas millas al sur-oeste de mi posición, me acerqué con sigilo aferrado a lo que podía ser mi última esperanza de encontrar a mi objetivo.
Arrastrándome, me arrimé a una roca cercana al origen. del ruido y me dediqué a observar…
Era un hombre con una botella de ron borracho como una cuba, cantando viejas canciones soeces, hablaba sobre mujeres, alcohol y dinero… En su cara divisé unas cicatrices que me resultaron muy familiares, saqué el cartel de “Se busca” de mi chaqueta y, efectivamente, era él, António González, que lástima de hombre… Pero bueno, un trabajo es un trabajo, sin levantarme del suelo, desenfundé mi revólver y le disparé en un tobillo, el hombre cayó al suelo de inmediato soltando gritos de desesperación y maldiciendo su suerte. Rápido como un lince, me abalancé sobre el asesino inquieto:
-¿Eres tú António González?
-Sucio hijo de perra ¡¿Qué coño quieres?!
-Vengo a poner fin a tus fechorías. – Dios, que bien me sentí tras pronunciar ésa última frase.
Acerqué mi arma de corto alcance a su frente y… Nada… No podía, no podía apretar ese gatillo pensando que le arrebataría la vida a una persona, no… Era demasiado fuerte…
-¿A qué esperas? – gritó el hombre – No me lo digas. ¿Eres un novato? Tienes miedo, ¿eh? Vamos… ¡Hazlo! Jajajajaja. ¡No tienes huevos! ¡Sucio marica!
- ¡Cállate!
Apoyé mi dedo índice sobre el fino hierro, apliqué una ligera presión, acabando con la vida de aquel pobre diablo…
No se me escapa una, pero, llevar tantos años haciendo la misma sucia tarea conlleva una gran carga moral, y… Me he dado cuenta de que yo mismo me he convertido en uno de ellos, eliminar a sangre fría, no hay más, sin pensarlo dos veces.
Sentir el tacto del frío hierro de un gatillo manchado de sangre, el sonido del plomo abriéndose paso en el pecho de un hombre, sus gritos ahogados rogando piedad… Ahora me alimento de eso, ya no me importa el dinero, no soy más que un sucio asesino cualquiera. Lo que al principio me resultaba tan difícil, se ha convertido en rutina… Aún recuerdo mi primera vez…
Mi presa era Antonio González, un asesino en serie, ofrecían nada más y nada menos que 1, 234,693.74 pesos, no me vendría nada mal ese dinero… Monté mi fiel caballo, mi compañero en mil travesías, para dar caza a ese bellaco, no sabía muy bien a donde iba, simplemente, confiaba en tener un golpe de suerte y dar con alguna pista sobre su paradero, y, aunque parezca increíble, así fue.
La noche cayó sobre la hierba, desmonté mi montura, pues ambos estábamos agotados, decidí encender un fuego y dormir, mañana ya continuaría mi aventura. Necesitaba leña, leña y ramas secas, así que, me levanté y fui a explorar un rato. Oí algo de cháchara unas millas al sur-oeste de mi posición, me acerqué con sigilo aferrado a lo que podía ser mi última esperanza de encontrar a mi objetivo.
Arrastrándome, me arrimé a una roca cercana al origen. del ruido y me dediqué a observar…
Era un hombre con una botella de ron borracho como una cuba, cantando viejas canciones soeces, hablaba sobre mujeres, alcohol y dinero… En su cara divisé unas cicatrices que me resultaron muy familiares, saqué el cartel de “Se busca” de mi chaqueta y, efectivamente, era él, António González, que lástima de hombre… Pero bueno, un trabajo es un trabajo, sin levantarme del suelo, desenfundé mi revólver y le disparé en un tobillo, el hombre cayó al suelo de inmediato soltando gritos de desesperación y maldiciendo su suerte. Rápido como un lince, me abalancé sobre el asesino inquieto:
-¿Eres tú António González?
-Sucio hijo de perra ¡¿Qué coño quieres?!
-Vengo a poner fin a tus fechorías. – Dios, que bien me sentí tras pronunciar ésa última frase.
Acerqué mi arma de corto alcance a su frente y… Nada… No podía, no podía apretar ese gatillo pensando que le arrebataría la vida a una persona, no… Era demasiado fuerte…
-¿A qué esperas? – gritó el hombre – No me lo digas. ¿Eres un novato? Tienes miedo, ¿eh? Vamos… ¡Hazlo! Jajajajaja. ¡No tienes huevos! ¡Sucio marica!
- ¡Cállate!
Apoyé mi dedo índice sobre el fino hierro, apliqué una ligera presión, acabando con la vida de aquel pobre diablo…
No hay comentarios:
Publicar un comentario